Un punto gatillo miofascial (PGM) es un nódulo hiperirritable de dolor localizado a la presión, que se aprecia en una banda tensa palpable de un músculo esquelético.
Clínicamente, lo más característico de la sintomatología de un PGM activo es el dolor a la compresión.
Dolor puntual que, en caso de mayor sensibilidad o irritabilidad, puede generar dolor reflejo en otra zona. Además del dolor, los PGM provocan cierto grado de disfunción a nivel de los músculos afectados, así como fenómenos autonómicos, que a menudo pasan inadvertidos para el paciente. Los puntos gatillo pueden ser tratados mediante técnicas de compresión (técnica de jones, presión isquémica, …), estiramientos, termoterapia, electroterapia, masoterapia, técnicas instrumentales (fibrolisis instrumental miofascial), técnicas de energía muscular, técnicas inhibitorias y/o punción de los mismos.
La punción es una técnica que consiste en la punción directa del PGM, en la cual no se introduce ninguna sustancia en el músculo (no se trata de una infiltración). Se introduce la aguja a nivel del músculo, atravesando todo el tejido suprayacente en búsqueda del punto gatillo y su banda tensa provocando un efecto puramente mecánico generando su destrucción y la posterior reorganización de las fibras musculares por medio de reflejos musculares y de un efecto espasmo-relajación que generan los husos musculares como reflejo ante el estímulo que produce la punción de la aguja. Esta técnica estaría indicada en el tratamiento de contracturas, dolores inespecíficos, retracciones,…
Y se encuentra prácticamente exenta de riesgos debido al pequeño calibre de las agujas y a la especialización de los fisioterapeutas del centro que realizan dicha técnica.